En Silicon Valley no es común que los fundadores de las grandes tecnológicas hagan actos públicos de contrición. Menos aún cuando el error está relacionado con una tecnología que ellos mismos ayudaron a crear. Sin embargo, eso fue exactamente lo que hizo Sergey Brin, cofundador de Google, durante una reciente visita a la Universidad de Stanford. En el marco del centenario de la Escuela de Ingeniería de Stanford, Brin ofreció un discurso sorprendentemente honesto en el que reconoció que Google no supo capitalizar su temprana ventaja en inteligencia artificial, permitiendo que otros actores tomaran la delantera en el actual boom de la IA generativa.
Una admisión poco habitual
Ante estudiantes, profesores y referentes del sector tecnológico, Brin fue directo: Google “definitivamente se equivocó” al no haber invertido con mayor decisión en los grandes modelos de lenguaje en un momento clave. En particular, mencionó el famoso paper del Transformer, publicado hace ocho años por investigadores de Google. Ese trabajo sentó las bases de la arquitectura Transformer, hoy pilar fundamental de los sistemas modernos de IA generativa y la “T” en ChatGPT.
Paradójicamente, aunque Google fue responsable de una de las investigaciones más influyentes de la revolución actual de la inteligencia artificial, la compañía no supo darle la urgencia y el peso estratégico que merecía. Según Brin, en ese entonces no se comprendió cuán transformadores podían llegar a ser los grandes modelos de lenguaje.
Paralizados por la cautela y la reputación
Uno de los puntos centrales de la autocrítica de Brin fue la cultura interna de cautela que dominaba en Google. La empresa temía que los primeros modelos de IA, todavía propensos a errores y respuestas absurdas o engañosas, dañaran su reputación si se lanzaban al público general. Esa preocupación llevó a que gran parte del trabajo en inteligencia artificial quedara confinada a los laboratorios de investigación, sin una apuesta decidida por productos de consumo masivo.
Mientras tanto, startups como OpenAI avanzaron con rapidez, lanzando sistemas imperfectos pero funcionales al público, mejorándolos en tiempo real y generando un enorme impacto mediático y comercial. Google, según Brin, subestimó la velocidad con la que la IA se expandiría y se convertiría en uno de los principales campos de batalla competitivos de la industria tecnológica.
Cómo Google perdió terreno frente a las startups
Brin también sugirió que el dominio de Google en áreas como la búsqueda y la publicidad generó una falsa sensación de seguridad. Existía la creencia de que ese liderazgo se extendería de manera natural al campo de la inteligencia artificial. Sin embargo, la llamada “deep tech” pasó en muy poco tiempo del terreno experimental al de los productos concretos. Cuando la IA generativa capturó la atención del público, otros ya habían construido plataformas sólidas y ecosistemas completos a su alrededor.
Un retiro interrumpido por el auge de la IA
El impacto de la inteligencia artificial generativa fue tan grande que incluso llevó a Brin a salir de su retiro. El cofundador de Google explicó que se había alejado de la empresa antes de la pandemia de COVID-19, con la intención de dedicarse a la investigación en física y a su vida familiar. No obstante, el vertiginoso avance de la IA lo motivó a regresar.
Hoy, Brin está profundamente involucrado en los esfuerzos de Google en este campo, especialmente en el desarrollo de Gemini. Incluso comentó que intercambia ideas y hace sesiones de brainstorming con la propia IA durante sus desplazamientos diarios, reflejando hasta qué punto la tecnología se ha integrado en su proceso creativo.
El giro total de Google hacia la inteligencia artificial
Según Brin, Google ha realizado un giro completo en su estrategia y ahora coloca a la inteligencia artificial en el centro de todas sus prioridades. La empresa ya no actúa con el temor de “proteger demasiado” sus modelos, sino que apuesta por una mejora y despliegue rápidos, consciente de que necesita recuperar terreno en un mercado que ella misma ayudó a crear.
La confesión de Sergey Brin resulta notable no solo por su franqueza, sino porque demuestra que incluso los gigantes tecnológicos pueden equivocarse al interpretar los puntos de inflexión. Google poseía piezas clave del rompecabezas de la inteligencia artificial, pero dudó y fue demasiado cautelosa mientras otros aprovechaban la ola de la IA generativa. El regreso de Brin es una señal clara de que Google se toma este desafío muy en serio. Puede que haya llegado tarde a la carrera que ayudó a iniciar, pero todo indica que no está dispuesta a quedarse atrás en la próxima vuelta de la inteligencia artificial.
