El 2025 será recordado como el año en que la inteligencia artificial (IA) dejó de ser solo una historia tecnológica para transformarse en un motor económico, un instrumento estratégico y una presencia profundamente personal. Su impacto se sintió en los mercados financieros, en decisiones políticas de alto nivel y en la forma en que millones de personas trabajaron, escribieron, aprendieron e interactuaron. Junto con un avance vertiginoso llegó también una sensación de inquietud: las capacidades de la IA crecieron más rápido de lo que muchos esperaban.
China irrumpe como potencia en la IA de código abierto
A comienzos del año, Estados Unidos parecía mantener una ventaja clara en liderazgo en inteligencia artificial. Sin embargo, ese equilibrio cambió cuando un modelo chino irrumpió con fuerza en el ecosistema de código abierto, demostrando un rendimiento competitivo con costos de entrenamiento drásticamente menores. Su aparición alteró las dinámicas de competencia, provocó sacudidas en los mercados globales de chips y obligó a replantear cómo se ejerce la influencia en la investigación en IA.
Para finales de 2025, empresas chinas se consolidaron como actores centrales del desarrollo open-source, impulsando la colaboración, la experimentación y el acceso a tecnologías avanzadas. Aunque Estados Unidos conservó una ventaja general en infraestructura y talento, el mapa del poder en IA se volvió claramente más multipolar.
Sistemas que empiezan a razonar y a optimizarse
Otro punto de inflexión fue la llegada de modelos enfocados en el razonamiento. A diferencia de los primeros chatbots, estos sistemas fueron capaces de generar procesos internos estructurados y ajustar su nivel de cómputo según la complejidad del problema. A lo largo del año se lograron avances notables: mejor desempeño en matemáticas de alto nivel y los primeros indicios de modelos capaces de refinar partes de sus propios procesos de entrenamiento.
Aunque estos progresos fueron todavía modestos, su valor simbólico fue enorme. Representaron un primer paso hacia sistemas que pueden optimizarse a sí mismos, lo que abrió debates profundos sobre interpretabilidad, seguridad y los límites reales del control humano.
Políticas públicas: menos regulación, más escala
En Estados Unidos, la política de IA en 2025 se inclinó menos hacia la regulación y más hacia la aceleración. Grandes iniciativas de infraestructura, flexibilización de restricciones a la exportación y aprobaciones rápidas para centros de datos y capacidad energética impulsaron inversiones sin precedentes. El gasto de capital se acercó a cifras cercanas al billón de dólares, con empresas volcándose a chips, cómputo y cadenas de suministro en la nube.
El optimismo fue alto, pero también crecieron las preocupaciones: concentración de poder, riesgos sistémicos y la posibilidad de que el auge de la IA esté creando un “pozo de gravedad económica” alrededor de un pequeño grupo de compañías dominantes.
La capa humana: emoción, daño y responsabilidad
Quizás el cambio más inquietante ocurrió en la frontera entre las personas y las máquinas. En 2025, los sistemas de IA comenzaron a funcionar como compañeros, espacios de desahogo emocional y canales de apoyo, incluso en momentos de extrema vulnerabilidad. Un caso trágico —el de un adolescente que confió pensamientos suicidas a un chatbot y luego murió— desató demandas judiciales y una intensa revisión pública.
El abogado Jay Edelson describió 2025 como un punto de quiebre en la discusión sobre la responsabilidad por daños causados por la IA. Las empresas sostuvieron que el sistema fue mal utilizado y no actuó con mala intención, pero el episodio dejó en evidencia hasta qué punto la IA ya estaba integrada en la vida emocional de las personas.
Como respuesta, las plataformas reforzaron salvaguardas, introdujeron comportamientos de seguridad adaptativos y filtros más estrictos. Desde OpenAI, Nik Turley, responsable de ChatGPT, señaló que las actualizaciones redujeron significativamente las respuestas dañinas. Aun así, la pregunta persistió: ¿pueden las medidas técnicas y los marcos éticos avanzar al mismo ritmo que la capacidad de estas herramientas?
Un cierre con progreso y tensión latente
El 2025 concluye con la inteligencia artificial situada en un punto de inflexión poco común. La innovación se aceleró, el poder global se redistribuyó, la inversión alcanzó niveles históricos y la relación entre humanos y máquinas se volvió más compleja que nunca.
El próximo capítulo pondrá a prueba si el control, la seguridad y la responsabilidad pueden mantenerse a la par del avance tecnológico. La sociedad deberá aprender a caminar sobre una línea delicada: aprovechar el enorme potencial de la IA sin ignorar las vulnerabilidades humanas que esa misma tecnología puede amplificar.
