En un movimiento sin precedentes que parece sacado de una serie como Los Soprano, Albania ha dado un paso histórico al nombrar a Diella, un bot generado por inteligencia artificial, como ministra de gabinete encargada del sector de contratación pública. El anuncio fue realizado por el primer ministro Edi Rama al iniciar su cuarto mandato, y, hasta donde se tiene conocimiento, se trata del primer caso en el mundo en que una IA ocupa un cargo ministerial.
¿Quién es Diella?
El nombre Diella significa “sol” en albanés. Fue presentada a comienzos de este año como parte de la plataforma digital e-Albania, diseñada para modernizar la relación entre los ciudadanos y el Estado.
En esta primera etapa, Diella ofrecía servicios como:
- Procesar solicitudes de documentos oficiales.
- Responder a comandos de voz.
- Emitir certificados electrónicos con sello digital.
Visualmente, Diella es una identidad digital animada, inspirada en la vestimenta y la cultura tradicional albanesa, lo que refleja un puente entre la herencia analógica y las nuevas tecnologías digitales.
Ahora, su papel se ha expandido drásticamente: supervisará licitaciones y contratos públicos, un sector que mueve miles de millones y que históricamente ha sido foco de ineficiencia y corrupción en el país.
¿Cómo funciona Diella?
El gobierno no ha revelado la tecnología exacta que da vida a Diella, pero todo indica que combina procesamiento de lenguaje natural (NLP), automatización y algoritmos de aprendizaje automático (machine learning).
Sus principales funciones incluyen:
- Supervisión de adquisiciones con IA: análisis de licitaciones, contratos y cumplimiento normativo.
- Transparencia: registro y publicación automática de datos de contratación para reducir la influencia humana.
- Detección de fraude: identificación de anomalías que puedan sugerir corrupción mediante reconocimiento de patrones.
- Interacción ciudadana: continuar ofreciendo asistencia digital a empresas que participan en licitaciones.
Si logra operar según lo previsto, la contratación pública en Albania podría convertirse en un proceso completamente automatizado y basado en datos.
¿Por qué importa este nombramiento?
La decisión de Albania convierte al país en un laboratorio global de la gobernanza con IA. La contratación pública ha sido uno de los sectores más vulnerables en su administración, marcado durante décadas por escándalos que han minado la confianza ciudadana.
El plan de Rama apunta a un sistema:
- Trazable: cada acción de compra quedará registrada.
- Eficiente: la IA puede procesar volúmenes de datos a una velocidad imposible para un equipo humano.
- Anticorrupción: al reducir la intervención humana, se limitan las posibilidades de manipulación.
Este paso abre una nueva frontera para la inteligencia artificial, no solo en la empresa privada (como chatbots financieros o médicos), sino también en la gestión pública.
Riesgos y preguntas abiertas
Sin embargo, el experimento con Diella no está exento de dudas:
- Supervisión: ¿será completamente autónoma o sus decisiones podrán ser revertidas por funcionarios humanos?
- Ciberseguridad: al gestionar contratos millonarios, se convierte en un objetivo atractivo para ataques informáticos.
- Responsabilidad: si una decisión de la IA genera pérdidas o conflictos, ¿quién responde: el algoritmo o el Estado?
- Sesgos de datos: los sistemas de IA solo son tan justos como los datos que los entrenan; si estos son defectuosos, los resultados podrían perpetuar injusticias.
¿Un primer paso hacia un futuro con más “ministros IA”?
La designación de Diella podría convertirse en modelo para otros gobiernos interesados en explorar cómo la inteligencia artificial puede mejorar la transparencia y la eficiencia en los servicios públicos.
Si este proyecto prospera, no sería descabellado pensar en ministros digitales de Finanzas, Infraestructura o Medio Ambiente en otros países.
Por ahora, Diella representa tanto un gesto simbólico de modernización como una apuesta práctica: la prueba de que la fusión entre inteligencia artificial y gobernanza ya no pertenece a la ciencia ficción, sino a la realidad política del presente.